martes, 19 de mayo de 2009

La última mirada


Percibió el cosquilleo de aquella mirada acosándole la nuca, oculta detrás de su largo cabello. Sin poder evitarlo, la sintió bajar por su desnuda espalda hasta que se le posó sobre la hendidura que le separa las nalgas hoy tan tristes.
Lo que pensó ser un suave soplo, causado por aquel atisbo, le erizó la piel.
-El tiempo no pasa en vano –se dijo, queriéndose consolar-. A todos nos llega lo último… -y suspiró terriblemente apesadumbrada, como entregándose a su triste realidad.
Allí estaba. Descansando el poco peso de su deteriorado cuerpo sobre sus piernas y talones, rogando por que todo aquello que estaba sintiendo fuera una fugaz mentira, como lo había sido, confesó, su completo existir y su perenne falso orgullo.
Entonces, vio cómo la mirada, que ya había montado su flaco hombro izquierdo, comenzaba a reptar; bajándole sobre un seno que, colgado sobre el seco campo arado de su pecho, fluía como una flácida gota de carne hacia el espacio converso de su inútil vientre…
Al momento, sintió que la mirada, cruel e infatigable, colocaba a su frente la realidad de un espejo. Lo supo porque percibió el frío reflejo de su arrugada piel sobre la nítida y glacial superficie.
-Ahí está –se dijo-. Quiere que me mire. Quiere que vea lo que soy; en lo que me he convertido. ¡Y no quiero!
La mirada se le fijó en la cara añejada. Se le fijó en los ojos rodeados por los surcos que denunciaban su extrema vejez…
-¡Mírate! -escuchó que le ordenaba, sin inmutarse-. ¡Mírate, te digo! Admira lo que eres ahora: un seco y estirado saco de piel. Blanco está tu pelo; secos tus labios y tu vagina, sin fuerza están tus brazos y ennegrecido te palpita el corazón. ¡Mírate, soberbia!
Por su mente pasaron los cientos de veces que se miró frente a un espejo como aquél, admirando coquetamente su entonces esplendorosa y ahora antigua belleza.
¡No puedo! –gritó, mientras una lágrima asomaba entre los harapientos párpados que ahora ocultaban unos ojos vagos, apagados, casi muertos por la decrepitud que la ahogaba.
Entonces, lentamente y como perdonándola, ya satisfecha, aquella última mirada que recibió… se cerró sobre ella.




La última mirada
Cuento corto inédito de Jaime L. Marzán Ramos
© 2008 (San Juan, Puerto Rico)
Autorizada su publicación en la Antología resultante del
II Festival Internacional de Poesía José Guillermo Vargas,
Bambamarca, Peru – Septiembre de 2009,
y en la Revista Olandina (Lima, Peru)